Ya dije por aquí hace unas semanas, que estoy de acuerdo con la máxima de Marcelo Luján, quien afirma que en el país del género negro, la novela policíaca es una provincia más. De hecho, probablemente sea la provincia más conocida y más internacional ya que ha sido la que con sus cuerpos de seguridad, más popularidad le ha proporcionado al género negro a nivel mundial, tanto en las versiones de investigadores policíacos como privados.
Pero aquí, a nivel nacional, donde la figura del detective tiene vetada la participación en la resolución de crímenes, el investigador policial es el rey del subgénero.
Por eso hay quien opina que este subgénero patrio obecece a patrones más o menos parecidos, que repite estructuras y las novelas difieren muy poquito unas de otras. Bueno, pues dedico con todo cariño este post para esos “ateos” del género. Porque con independencia de los argumentos, puntos de vista de los personajes o recursos literarios narrativos, también hay algo que diferencia los policiales.
Los Cuerpos.
Que dicho así, oiga tiene su puntillo sugerente ¿verdad? Los cuerpos… En fin. Lo que quiero decir, es que frente al procedimiento más o menos común de una investigación, a mí también me parece curioso colarme entre las filas de los investigadores de las distintas instituciones policiales para poder vislumbrar sus quisicosas. Las relaciones entre las diferentes corporaciones, ( no siempre el trato entre los cuerpos es cordiales, ni las competencias están convenientemente diferenciadas, y eso se presta a que las novelas tengan algunos matices la mar de interesantes desde mi punto de vista).