
En estos tiempos en que las disciplinas dominantes del mercado (decoración, moda, etc) han aupado el término “vintage” (lo que en la lengua de Cervantes #detodalavida viene siendo antiguo o viejo, vaya) a las posiciones más elevadas en el ranking nuestro de cada día y se han apuntado el tanto de la tendencia rompedora, creo que sería conveniente subrayar que la literatura, una vez más y le pese a quien le pese, lleva el asunto del “vintage” pegadito a su cadera desde que el mundo es mundo.
Si. Si miramos el universo literario en general, podemos establecer que existe el “universo vintage” en las obras clásicas de toda la vida (generalmente anteriores al S.XX), los autores imprescindibles (raro es que no hayan pasado como cincuenta años desde su muerte), las novelas básicas de cada género (por regla general suelen datar del origen de los tiempos)… Pero también, si nos enfocamos en modo “macro”, podemos descubrir que casi cada novela está influenciada por lo “vintage”. ¿Cómo? Por los tópicos.
Como lectora puede que no te gusten los clichés, pero en muchos géneros estos tópicos se han convertido en las coordenadas básicas para moverse con seguridad dentro del estilo elegido. En fantasía por ejemplo, como bien nos muestra Ana Gonzalez Duque, suele haber unos personajes que se repiten (el héroe, el mentor…) y el lector de este género además, los espera. También en las novelas de amor hay una interrupción inoportuna en el “momento beso” por ejemplo. Son instantes básicos. Predecibles si quieres, pero que funcionan y se repiten una y otra vez a lo largo de las novelas.
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